
Este es el título de un libro publicado en el año 2003 por Michael Braungart y William McDonough y traducido al castellano en el 2005. Lo podéis encontrar en la editorial McGraw Hill. El subtítulo ya dice mucho sobre su contenido: Rediseñando la forma en que hacemos las cosas.
En breve, publicaré una reseña sobre él pero, de momento, os dejo con un párrafo que me parece muy interesante:
"El ejemplo del cerezo
Consideremos el caso del cerezo: miles de flores se transforman en frutos para pájaros, humanos y otros animales, para que el hueso pueda, eventualmente, caer al suelo, germinar, y crecer. ¿Quién, contemplando el suelo cubierto de pétalos de cerezo, no exclamaría, quejumbroso: '¡Cuánta ineficiencia y desperdicio!'? El árbol hace numerosas flores y frutos sin agotar su entorno. Una vez caídos sobre la tierra, sus materiales se descomponen y se rompen en nutrientes que alimentan a microorganismos, insectos, plantas, animales y al propio suelo. Aunque es verdad que el árbol fabrica su 'producto' en número mayor de lo que necesita para su propio éxito en un ecosistema, esta abundancia ha evolucionado (a lo largo de millones de años de prueba y error o, en términos de empresa, de I+D) para servir a numerosos y variados fines. De hecho, la fecundidad del árbol alimenta prácticamente a todo lo que tiene alrededor.
¿Cómo sería el mundo construido por los humanos si lo hubiera producido un cerezo?". (Cradle to Cradle, p. 68).
En breve, publicaré una reseña sobre él pero, de momento, os dejo con un párrafo que me parece muy interesante:
"El ejemplo del cerezo
Consideremos el caso del cerezo: miles de flores se transforman en frutos para pájaros, humanos y otros animales, para que el hueso pueda, eventualmente, caer al suelo, germinar, y crecer. ¿Quién, contemplando el suelo cubierto de pétalos de cerezo, no exclamaría, quejumbroso: '¡Cuánta ineficiencia y desperdicio!'? El árbol hace numerosas flores y frutos sin agotar su entorno. Una vez caídos sobre la tierra, sus materiales se descomponen y se rompen en nutrientes que alimentan a microorganismos, insectos, plantas, animales y al propio suelo. Aunque es verdad que el árbol fabrica su 'producto' en número mayor de lo que necesita para su propio éxito en un ecosistema, esta abundancia ha evolucionado (a lo largo de millones de años de prueba y error o, en términos de empresa, de I+D) para servir a numerosos y variados fines. De hecho, la fecundidad del árbol alimenta prácticamente a todo lo que tiene alrededor.
¿Cómo sería el mundo construido por los humanos si lo hubiera producido un cerezo?". (Cradle to Cradle, p. 68).