Desde el mes de abril, circula por las mesas y estanterías de las librerías el libro Pictopía, un recopilatorio del trabajo de mi amigos Sonia Díaz y Gabriel Martínez (miembros de Un Mundo Feliz).
Pictopía ofrece 400 ilustraciones y 200 mini-películas en Quicktime –todo ello libre de derechos-, que circulan en torno a temas sociales y políticos muy contemporáneos.
A continuación, os reproduzco un framento del texto que escribí en dicho libro:
Pictopía ofrece 400 ilustraciones y 200 mini-películas en Quicktime –todo ello libre de derechos-, que circulan en torno a temas sociales y políticos muy contemporáneos.
A continuación, os reproduzco un framento del texto que escribí en dicho libro:
“Como ellos mismos confiesan [Un Mundo Feliz], surgieron por necesidad, por 'poner un contrapeso en una balanza', la de trabajar para un mercado con el que no siempre se está de acuerdo.
Diseñando bajo mínimos económicos, son la demostración palpable de lo que significa ser diseñador-activista en la sociedad de la información. Conscientes de las posibilidades de difusión que ofrecen las tecnologías digitales y, especialmente, Internet, se mueven con enorme versatilidad en ese mundo pero también lo hacen en el del video y en el del papel, siempre con los pies entre el diseño, el arte y las estrategias –eso, sí, pervertidas a conciencia- de la publicidad. Con un desarrollado sentido de red, carecen de problemas para conectar con otros grupos de enfoque y perfil similares a los que les son propios y se muestran abiertos a una colaboración que no conoce fronteras. De hecho, habría que señalar que el reconocimiento les ha llegado antes desde fuera que desde su propia casa, pues, aunque suene a tópico más que manido, con ellos, hasta hace nada, se cumplía aquello de que 'nadie es profeta en su tierra'.
Como los describiría Liz McQuiston si tuviese que referirse a ellos en alguno de sus libros, Un Mundo Feliz son los representantes de un 'nuevo activismo', 'estrechamente emparentado con la acción cultural directa, la metodología del ‘hazlo tú mismo' ' y 'con una cultura visual en vías de expansión que comprende tanto los proyectos profesionales como el graffiti callejero'.
Conscientes del poder de los signos y empujados, por la necesidad de reaccionar ante lo que Susan Sontag denomina ‘el dolor de los demás’', en estas páginas nos dejan un trabajo que demuestra su esfuerzo por entender la realidad y por ayudarnos a comprenderla".
Además de mi texto, en Pictopía encontraréis artículos de Alain Le Quernec, Andrea Rauch, Josh MacPhee y Manuel Estrada.
La referencia completa es: VV.AA.: Pictopía, Barcelona, Promopress, 2008.
Para más información acerca del libro: http://pictopiabook.blogspot.com/2008_06_01_archive.html
Y si queréis saber más sobre el trabajo y las inquietudes de Un Mundo Feliz aquí tenéis la dirección de su web: http://www.unmundofeliz.org/
Diseñando bajo mínimos económicos, son la demostración palpable de lo que significa ser diseñador-activista en la sociedad de la información. Conscientes de las posibilidades de difusión que ofrecen las tecnologías digitales y, especialmente, Internet, se mueven con enorme versatilidad en ese mundo pero también lo hacen en el del video y en el del papel, siempre con los pies entre el diseño, el arte y las estrategias –eso, sí, pervertidas a conciencia- de la publicidad. Con un desarrollado sentido de red, carecen de problemas para conectar con otros grupos de enfoque y perfil similares a los que les son propios y se muestran abiertos a una colaboración que no conoce fronteras. De hecho, habría que señalar que el reconocimiento les ha llegado antes desde fuera que desde su propia casa, pues, aunque suene a tópico más que manido, con ellos, hasta hace nada, se cumplía aquello de que 'nadie es profeta en su tierra'.
Como los describiría Liz McQuiston si tuviese que referirse a ellos en alguno de sus libros, Un Mundo Feliz son los representantes de un 'nuevo activismo', 'estrechamente emparentado con la acción cultural directa, la metodología del ‘hazlo tú mismo' ' y 'con una cultura visual en vías de expansión que comprende tanto los proyectos profesionales como el graffiti callejero'.
Conscientes del poder de los signos y empujados, por la necesidad de reaccionar ante lo que Susan Sontag denomina ‘el dolor de los demás’', en estas páginas nos dejan un trabajo que demuestra su esfuerzo por entender la realidad y por ayudarnos a comprenderla".
Además de mi texto, en Pictopía encontraréis artículos de Alain Le Quernec, Andrea Rauch, Josh MacPhee y Manuel Estrada.
La referencia completa es: VV.AA.: Pictopía, Barcelona, Promopress, 2008.
Para más información acerca del libro: http://pictopiabook.blogspot.com/2008_06_01_archive.html
Y si queréis saber más sobre el trabajo y las inquietudes de Un Mundo Feliz aquí tenéis la dirección de su web: http://www.unmundofeliz.org/
2 comentarios:
Es alentador el trabajo que un mundo feliz desempeña.
Me parece que los diseñadores tenemos una gran responsabilidad social, y muchas veces ni nos damos cuenta.
Llevo varios días dando vueltas a la cuestión de la posibilidad futura de trabajar para una gran empresa que se dedique, por ejemplo, a la explotación infantil en otro rincón del mundo ajeno a nosotros.
Por un lado está el beneficio personal, no solo económico, si no de dar visibilidad al trabajo y al esfuerzo. Y por el otro la idea de promover algo deplorable...
Un mundo feliz me hace pensar que, aunque sea al margen en muchos aspectos, podemos poner un granito de arena para cambiar el mundo.
Es admirable.
Un abrazo Raquel.
Miriam
Bueno Miriam, algún día si quieres lo hablamos en persona pero el trabajo de Un Mundo Feliz es un trabajo de activismo. Yo diría que lo que hacen Gabriel y Sonia es emplear el diseño como un medio para contar cosas. Otras personas recurren al graffiti, al video, a la fotografía o a escribir en periódicos. Es un trabajo muy coherente pero no es el único modo de demostrar que uno está comprometido con el mundo.
En mi opinión, el compromiso de los diseñadores está precisamente en el día a día, en la vida cotidiana. Los diseñadores, al fin y al cabo, están en medio del proceso productivo. Son los que se encuentran “entre” el usuario y el fabricante y pueden tomar ciertas decisiones que pueden contribuir a una mejora sustancial de lo que nos rodea. Así, elegir un material u otro puede suponer un impacto ambiental mayor o menor; determinar la forma de un objeto puede significar más facilidad para su uso o para su reciclado, no usar fotos sexistas puede contribuir a que las nuevas generaciones se planteen las relaciones de género de otro modo…
En fin, te recomiendo que te leas Cradle to Cradle. Uno de estos días le haré un comentario en este blog pero, de momento, te adelanto, que es un libro que habla sobre otros modos de concebir el diseño más en armonía con nuestro entorno. Mírate la frase que puse en una de las entradas del blog. La intención es que quien la lea piense un poco en lo que dicen sus autores.
Para mí, el compromiso social de los diseñadores no se demuestra sólo haciendo carteles contra la guerra o denunciando un desastre nuclear, -que sí, que está muy bien que se hagan y existan y siempre he admirado a la gente activista porque me apasiona la relación entre diseño y política- sino también pagar bien a la gente que uno tiene en el estudio, terminar bien los encargos y no hacer cualquier chapuza copiada por ahí, darle vueltas a las cosas y no pensar eso de ¡bah! ¡para lo que me pagan!, vamos, retomar una cosa que se ha perdido que es la ética del trabajo y el disfrute con él.
El mundo actual es cada vez más complejo para pensar en soluciones carentes de complicación. Te recomiendo que te leas otro libro: La corrosión del carácter, de Richard Sennett. No es un libro de diseño pero es fantástico para entender lo que significa la flexibilidad en el trabajo y otras historias que nos están haciendo tragar como si el modelo social que tenemos en occidente fuera el mejor de los posibles.
En todo caso, pienso también que muchos diseñadores se plantean lo que comentas: trabajar para una gran empresa cuyos métodos no son todo lo limpios que deberían ser y tener un buen book y prestigio o decir no y renunciar al estrellato y a la pasta.
La decisión es difícil, sobre todo porque el planteamiento a priori es demasiado “o blanco o negro” y una situación así no se suele plantear todos los días en la vida cotidiana. Es raro que a un diseñador normal y corriente, le venga una gran multinacional y le diga que le haga todas sus campañas. Las grandes empresas se van a grandes agencias. Hay quienes dicen, no, yo no trabajaría nunca para traficantes de armas o para una red de pederastas. Pero es que, normalmente, los pederastas y los traficantes de armas no suelen hacer muchas campañas de comunicación, así que es una manera fácil de no mojarse en temas éticos.
Y los hay que comentan: prefiero trabajar para el mundo de la cultura. Pero, ¿acaso la cultura es un territorio inmaculado, a salvo de las pasiones y mezquindades humanas? Y ¿acaso detrás de muchas instituciones culturales no hay grandes organizaciones económicas cuyos fondos pueden tener una procedencia un tanto oscura?
La ética es una cuestión muy personal. Dicen que es el territorio de la duda. Así se lo contaba yo a mis alumnos de la asignatura de Ética profesional que impartí en Elisava.
Se trata, como siempre, de saber cuáles son los valores de cada cual no sólo en el diseño sino en la vida. Y ahí está lo complicado del tema.
(Siento haberme enrollado tanto en este comentario).
Un abrazo, guapa.
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